Mujeres gitanas solteras

Los tiempos han cambiado.

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Si antes los novios se conocían el día de la boda, hoy chicas y chicos novian a escondidas. Pero la virginidad de una mujer gitana sigue siendo un valor de peso. Si bien la raza se transmite por vía paterna, el vientre materno se cuida como cuna de cristal y se paga con un valor simbólico que va desde 25 monedas de oro hasta 10 mil dólares, dependiendo del grupo de gitanos al que pertenezca la mujer. Criollas, o gayís, es el nombre que los gitanos dan a las no gitanas.

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Criollos o gayós a los varones no gitanos. A veinticinco monedas de oro por cabeza. Hay gente que tiene de todo y no sabe vivir. Jorge Bernal es gitano del grupo ruso. Va todos los días a una oficina, cumple horario. Habla inglés, italiano, francés, portugués, gitano y castellano. Vivió en Brasil, Estados Unidos, Europa.

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No hay algo intermedio. Jorge Nedich, escritor gitano, autodidacto, escribió un ensayo sobre su pueblo, todavía inédito, llamado El pueblo rebelde. Aclara que para entenderlos hay que pensar en un grupo que, hasta la revolución Îndustrial, se movió libre por el mundo, tomó de la naturaleza lo que necesitó sin dañarla, y un día encontró que le habían puesto un paredón entre el río y la carreta y que, para pasar, tenía que pagar peaje. En su ensayo, recuerda que durante el gobierno de Alfonsín, la provincia de Río Negro redactó un proyecto de ley -que no prosperó- para impedir a los gitanos circular y acampar en su territorio.

El gitano lleva pocas pertenencias para poder moverse. No necesita ovejas, necesita una. Pero si se come una gallina y alguien se la reclama, no le va a querer pagar con plata. Le va a querer pagar con una gallina, porque él se comió un pollo, no un fajo de guita. Desde que salió en el año del norte de la India por causas desconocidas, el pueblo gitano no tiene ni un solo código de leyes escrito. Ni un solo compendio de costumbres. Y ahí los tiene. No demasiado distintos a sus ancestros. Un goteo fino, una pequeña insistencia interminable.

Dicen, pero sólo dicen, que fue un gitano el que fraguó los clavos que clavaron aCristo en la cruz, y que sobre aquel herrero y su descendencia pesa una maldición que es la que hace que el pueblo vague por el mundo sin tierra y sin descanso. Allí, dice el cuento, los gitanos sólo tienen que estirar la mano para comer y beber. Mirta Castillo pega un gritito cuando alguien intenta cortar una torta llamada pogacha con un cuchillo. Por ejemplo, la que manda que no debe faltar nunca aceite ni sal para que haya abundancia, o que si muere alguien dentro del hogar hay que vender y mandarse a mudar con viento fresco.

Los Castillo tienen prestigio. En la puerta hay autos de marcas rancias, pero la casa es modesta. Viene de Mar del Plata. No tenemos ni patria ni mapa ni bandera. Para qué quiere la tierra, si igual se vive. Los chicos van al colegio, pero llegar a un estudio mayor no acostumbramos, porque se pierden los chicos.

Cultura gitana

Se acaricia las pecas, el pelo enorme, el pañuelo. Su pequeña vidita feliz. Vivir con la suegra, el suegro, es feo.

Tenés que levantarte a la mañana, hacer el desayuno. Yo mejor hubiera querido que cada uno hiciera la vida suya, es mejor así, como ustedes. Pero no, la gitana es muy sufrida la mujer. Nosotros les damos todo en la mano al hombre, lavadito, planchadito, la comida hecha. Nosotras tenemos la cabeza puesta en limpiar, ir al shopping con amigas, pasear.

Nunca estamos tristes, siempre la pasamos bien. Y pone la boca así, y los ojos así y cualquiera podría imaginarse que ya hay al menos treinta fervorosos aspirantes a borrarle esas ideas de solterita y sin novio. Un hombre de respeto. Se dedica desde siempre al negocio de compraventa de autos y le gusta ir al casino, a modo de mal menor.

Si hacemos negocios entre nosotros, la palabra es todo. Pero cuando se hace negocio con el criollo, se firman papeles. Ya nos quemamos mucho. Yo nací gitano y me voy a morir gitano. Cada cuatro o cinco años nos mudamos, somos nómadas ya de instinto, me asfixian las paredes. El sueño del gitano es la carpa. Uno levanta la carpa y se va donde quiere con la familia.

El mayor orgullo para un gitano es tener una familia linda, tranquila, su padre, su madre, ser joven y tener hijos casados, nietos.

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Hay una cupé 0 kilómetro negra para pasear con la familia, y un gasolero nuevísimo para ir a las provincias a comprar autos usados. Los autos parecen dos enormes tiburones fuera del agua. Es como si alguien hubiera estirado la piel de esta casa hasta dejarla en los huesos, con las cañerías al aire, el calefón pendiendo de un hilo de piel a la pared. Los dan de baja y los llevan a otra provincia, donde hacen una chapa nueva. Los traen a Buenos Aires, y los venden. La diferencia es mucha. Sergio Gustavo Kalmikoff se llama así, pero le dicen Drago.

Yo me enojo cuando ellos hablan mal de los criollos, porque es mi raza. Si yo los respeto a ellos, me gusta que me respeten. Lo que no voy a aceptar nunca es que las nenas no estudien, porque para mí el saber no ocupa lugar.

Y si se casan con un criollo o un gitano, no me importa. Lo que yo quiero es que sean felices. Mirta y Drago tienen dos nenas, Thalía y Natasha, de 4 y 8 años. En pleno julio, la casa donde vive Mirta con su marido Drago y sus suegros ardía de calidez con las estufas encendidas, la tele prendida y las puertas abiertas. Drago explicaba que no tiene sentido mandar a las chicas el colegio porque siempre dependen del marido, del padre, del hermano.

Nosotros nunca fuimos esclavos. Nunca trabajamos para nadie. Trabajar bajo patrón es una deshonra. Si tuviéramos un horario para ir a la oficina nos desintegraríamos. La gente nos discrimina mucho. Al ver la vestimenta nuestra es como si vieran al diablo. El Secretariado Gitano puso en marcha, por primera vez en Asturias, en los años y , el programa Sara Romí, con el apoyo del Instituto de la Mujer, para tratar el empoderamiento de la mujer gitana.

Existen registros de unas mujeres adscritas a los diferentes programas del Secretariado Gitano en Gijón. En cuanto a los niveles de instrucción alcanzados, destaca de manera significativa el bajo nivel educativo de las mujeres. Los estudios sobre el abandono y fracaso escolar muestran que éste es, en gran medida, reflejo de las condiciones de desigualdad y exclusión social, mantenidas en el tiempo, en la que se encuentran las familias de etnia gitana. Pero hay excepciones que marcan la diferencia y enorgullecen tanto a las responsables del Secretariado Gitano como a los padres. Sus padres apenas tienen formación educativa, pero han conseguido que sus hijas lleguen muy lejos en los estudios.

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